miércoles, 20 de junio de 2007

HISTORIA DEL ZORRITO Y EL GRANADERO


Cuenta la tradición oral que en el anteriormente conocido como “Pago de los arroyos” y que ahora es la ciudad de Rosario, un glorioso 27 de febrero el General Manuel Belgrano clavó por primera vez el mástil que enarboló nuestra gloriosa enseña celeste y blanca y que uno de los gloriosos granaderos que acompañaban al general entregó su hombría y su integridad, dándolo todo por la Patria, y cuando la tradición dice todo, dice TODO.


En las jornadas anteriores a esa epopeya tarde, nuestro granadero fue designado en una misión a fin de procurar buen tronco para enarbolar la enseña patria por el mismísimo General Don Manuel Belgrano.


Luego de haber comido la tropa toda una magra provista de galleta enmohecida y unas pocas mojarritas que pudieron agarrar con la mano en la orilla del majestuoso río Paraná. Las provisiones escaseaban, las tropas realistas bloqueaban las chalupas repletas de charqui, mazamorra, pastelitos y cantimpalo provenientes de Buenos Aires impidiendo de esa manera abastecer a nuestros pretéritos héroes. El general no se amedrentó ante tal cuadro y gritando con su aflautada vocecita dijo:


“Muchachos, o la clavamos o no somos argentinos carajo, Granadero Altamirano, busque un buen palo que podamos clavar en la barranca y de esa manera, hacer flamear nuestra sempiterna enseña patria. La empresa no resultará fácil, eso no nos es ajeno. Lo sables están mochos y nuestra única hacha de mano fue retenida por el párroco bajo pena de excomunión a la tropa por que el mismo tenía que cortar leña para calentar el agua para sus baños exorcísticos. Nuestra patria merece un sacrificio Altamirano y deposito en usted toda mis esperanzas de que consiga un buen tronco para clavar en esta tierra argentina, un tronco firme, duro, macho, no un tronco cualquiera. En ese tronco, Altamirano, flameará nuestra enseña patria. Vaya Altamirano, busque ese tronco y no vuelva sin él, y ya sabe, délo todo en esta causa. Su nombre figurará en el devenir pletórico de gloria. Délo todo y no se amedrente soldado”


¡Si mi general! - Respondió nuestro recio granadero y partió a los matorrales en busca del tronco destinado a la gloria.

La misión no era fácil. En aquel lugar solo abundaban espinillos mas retorcidos que viejo con mal de Parkinson. Yuyos duros como pelo de carpincho histérico, Vizcacheras traidoras aparecían en su andar provocando que Altamirano meta sus botas recién lustradas en profundidades abismales. Se había recalcado el pie en una de esas tantas ocasiones. Su sable estaba partido al medio y portaba, además de su impecable traje en esas horas horribles de calor de febrero, una enorme damajuana con veinte litros de agua para soportar la canícula de febrero. La llanura, como siempre, amplia, chata, donde solo pastos odiosos y alguno que otro de esos putos espinillos se elevaban corrompiendo la horizontalidad de la pampa húmeda.


Treinta kilómetros ya iba caminando Altamirano en busca de su tronco pero nada aparecía por ese inhóspito lugar. Pero él, hombre de ley, no se dejaría caer en la desazón tan fácilmente, por lo que caminó sesenta kilómetros más, oteando cañadones, peleando mano a mano con caranchos, bandurrias caníbales, hordas enteras de cuises, y hasta con un gliptodonte, tan comunes en estas zonas en tiempos pasados, ganando todas y cada una de esas batallas. Otras lenguas hablan de cierta payada con un tatú carreta, pero no se tienen muchos detalles de tal suceso.


Cansado, muerto de calor, pero con el alma entregada a la patria siguió y siguió, arrastrándose como podía, en un momento cayó de bruces sobre un cardo en flor, sin que esto le importe demasiado.


Al abrir los ojos lo vio a la distancia, un hermoso palo borracho, solo, en medio de la nada, no estaba muy crecido, pero tenía el tronco necesario, el tronco patrio, el tronco que haría de mástil a nuestra gloriosa bandera por primera vez. Poseído de espíritu criollo y argentino, corrió cual fuego fatuo hacia el palo borracho. Ya cerca de él, lo admiro sonriente, sudado, con los ojos brillosos de emoción. ¡El, Petronilo Altamirano, cumpliría la misión que el mismísimo Belgrano le encomendara! ¡Ah Patria! ¡Ah, Diosito gaucho! ¡Que alegrón po! Mas caía en la cuenta de que aún faltaba mucho para lograr su propósito, notó su sable, que quedó en deplorable estado luego de partirle el cráneo a un malacara de la caballería española. El palo borracho estaba firme en la tierra áspera y reseca y nada había en derredor que pudiera auxiliarle. Pero nuestro granadero no se amilanaría ante la adversidad. Pensó durante siete horas qué podría hacer para desplantar el árbol y así llevarlo a clavarlo a la barranca. Hasta que se le prendió la vela (lamparitas no había en aquella época) y dijo:


“Si me tomo la damajuana entera y luego orino, aflojaré la tierra y así arrancaré el árbol para transportarlo ante mi amadísimo general y de esa manera flameará nuestra Bandera Nacional”


Dicho y hecho, se clavó la damajuana toda, que hasta ese momento había obviado usarla tomando agua de los arroyitos de la zona. Esperó que le vengan las ganas de mear y se echó tal meo que el palo borracho se aflojó cayendo de bruces a la tierra rabiosa.


Mas para lograr su meo, Altamirano tuvo que exponer su virilidad a los cuatro vientos pampeanos, virilidad generosa que tata Dios le había dado. Fue en ese momento que un zorrito que por allí merodeaba vio las vergüenzas al aire de Altamirano, empingándose de tal forma que el palo borracho era un escarbadientes con respecto a la talla del zorrito. Traidoramente y de un salto, acometió a nuestro rudo granadero que ante tal infortunio recordó las palabras su general “Dalo todo Altamirano, dalo todo por esta causa”

Le dolió menos a Altamirano transportar noventa kilómetros sobre sus espaldas el palo borracho que las cuatro mil trescientas feroces embestidas que el empingado zorrito le propinó en su esfínter. Pero como sea, la cosa es que un 27 de febrero, a las seis de la tarde, en las barrancas del Paraná, flameó por primera vez nuestra enseña patria, para bien de todos los argentinos. Del zorrito poco se supo y de Altamirano, se cuenta que se hizo marica y atendía en una pulpería por la zona de lo que ahora se conoce como el rosarino barrio de Echesortu, y dice la tradición oral, que el sexo era bueno y gratis en esa pulpería, sobre todo la fellatio in ore.


Se recuerda aquella gesta con el siguiente cielito:

CIELITO DE ALTAMIRANO

Cielo cielito cieludo

Cielito de Altamirano

Granadero, muy rudo

Por la patria dio su ano.

Cielo cielito zorrito

Animalito empingado

Fue por atrás, él solito

Embistiendo al soldado

Cielo cielito mirado

Cielito de Altamirano

Granaderito sin invicto

Flor y escarapela tu ano.

jueves, 14 de junio de 2007

La fábula del Zorro y el 3 de Chicago


Cuenta la historia que en tiempos no muy lejanos un zorro muy hijo de puta se metió en una escuela de árbitros y/o jueces de línea.

Este zorrito estudió y estudió mucho, muchito, muchazo y un buen día se graduó de juez de línea y con otros jueces de línea van juntitos agarraditos de las manitos a distintas canchas de fútbol a hacer lo que más les gusta: FAVORECER A LOS EQUIPOS GRANDES.

Pero un día, en que jugaban en el Reino de Mataderos unos amiguitos que se hacían llamar Nueva Chicago y otros amiguitos que se llamaban River Plate, este zorrito puto se hizo presente y dijóles moviendo la banderita solferina:

-Hola, amiguitos, yo soy su lineman y como ustedes saben quiero jugar con ustedes y ayudarlos para que puedan saber si la pelota está afuera o adentro y junto con mi amiguito el zorrito Furchi los ayudamos a que sea un partido sano y fresco y no haya quilombo.

- Gracias, zorrito lineman!!! -gritaron los amiguitos de Nueva Chicago.

Asi fué que el Zorrito lineman cobraba los laterales y los córners y los saques de arco sin más que levantar la manito en la cual tenía el banderín.

Pero las cosas se le empezaron a poner jodidas cuando los chicos de Chicago le ganaban el sano juego a los chicos de River y fué entonces que el zorrito lineman quiso ayudar a los amiguitos que se estaban quedando sin los 3 puntos y sin dudar pensó:

-Uhhh!!! poooobreeees!!! los amiguitos de River, están perdiendo el partido y no saben si clasifican a la Libertadores. Tengo que hacer algo!!! - Dijo

Y sin más ante una falta clarísima afuera del área de los de Chicago el zorrito puto ignorando que el zorrito Furchi había cobrado otra cosa y que todos habían visto otra cosa, y que la tele mostraba otra cosa, levantó el banderín llamando a al árbitro y le dijo:

-Amiguito Furchi, fué penal, fué adentro, en serio, boludo, hacéme caso, fué adentro...
Y el Amiguito Furchi le hizo caso y cobró penal....


Para queeee.....


Se le vinieron encima todos los nenes de Chicago a recagarlo a puteadas al garca del linea. Le dijeron de todo, le dijeron: Puto, Ciego, Cagador, No seá hijo e´puta, chorro, ladri, Magoo, forro de Aguilar, quién te paga? puto, Hacéte coger por Passarella, puto, cagador, rata, cagador, puto, etc, etc, etc....

Pero dicen que el 3 de Chicago, sereno y altivo se dirigió al zorrito lineman y entregándole la pelota en las manos y susurrándole al oído le dijo:

-Tomá, garca, llevásela a tu mujer, porque si la agarro en la calle le voy a meter un poste de luz en el orto y después, cuando te la quieras garchar, para conformarla te va a pedir que le metas ésta Adidas Official Aproved by FIFA, puto cagador!!!

Y se retiró al vestuario con la sensación de que el zorrito lineman, una vez más, favoreció a un equipo grande.


Hasta el próximo cuento, chicos


domingo, 10 de junio de 2007

Fábula del zorro empingado y el cuervo

Cierto día, el zorro empingado decidió salir a disfrutar del sol y el fresco aroma de las flores.

Salió de su madriguera a la mañana tempranito, y recorriendo el bosque se encontró con todos sus amiguitos y, por supuesto, a todos saludaba con alegría.

Primero se encontró al oso Serapio tomando agua del arroyo maldonado, que cruzaba tooodo el bosque:

-"Hola, Serapio, buenos días. Cómo amaneciste?"
-"Muy bien", dijo el oso, escupiendo un pedacito de caca que flotaba en el arroyuelo y que se había tomado sin querer; "mi señora la osa Serafina se fué a la casa de su mamá, y yo aproveché y me fui de putas con el burro Ricardo, trajimos un par a casa y todavía tengo una trola en la cueva"
-"Qué lindo que te estés divirtiendo, entonces!", dijo el zorro empingado, y siguió paseando.

A eso del mediodía se cruzó con el jabalí Fumetta:
-"Hola, Fumetta! Como andás hoy?"
-"De diez, mono. Ayer me fui a ver un recital de Intoxicados y el Pity se fumó un escuerzo y explotó, loco. Que flash, estoy en el quinto cielo y en el segundo pachá", contestó el jabalí.
-"Que lindo que te estés divirtiendo, entonces!", dijo el zorro, y siguió paseando.

Y así, paseando y paseando, parando sólo para oler el aroma de las flores y para pegarse una puñeteada atrás de alguna piedra, se hizo de noche.
Y como se hizo muuuuy oscuro y había pasado muuucho tiempo, al zorro le agarró hambre y decidió volver a su casita.

En eso estaba, saltando alegremente hacia su madriguera y cantando "Poison heart" de los Ramones, el zorro se perdió. Qué tristeza, chicos!

Pero no se preocupen, porque justo cuando estaba puteando y diciéndose lo boludo que era por no haber traído el GPS, sintió un ruido en la copa de un árbol. Al mirar hacia arriba, descubrió con sorpresa que allí había un cuervo con un enoooorme pedazo de queso en su pico.

Como tenía mucha hambre, el zorro empingado le empezó a decir:
-"Hola señor cuervo. Como está? Tengo mucha hambre, no me convida un cacho de ese rico queso?"

Pero el cuervo no respondía, porque tenía miedo de que se le cayera el queso. El zorro, cada vez mas hambriento, le dijo:
-"Señor cuervo, me han dicho que usted tiene una voz maravillosa. Por qué no canta para mí?"

Pero el cuervo no era tan pelotudo, y no cayó en la trampa del zorro empingado. Por las dudas, probó otra vez:
-"Señor cuervo, estoy perdido. No conoce un puterío cerca?"

Pero el cuervo seguía sin caer en la trampa. Harto ya, el zorro empingado lo miró fijo y gritó:
-"Cuervo de mierda, no sabés lo bien que cocina tu mujer a las cuatro de la mañana, cornudo malparido"

Ante las palabras del zorro, el cuervo gritó "callate, puto", y se le cayó el queso. Peor todavía: cuando quiso bajar para darle murra a quien le había insultado la mina, se tropezó y quedó culo para arriba en el piso. Y el zorro empingado, ni lerdo ni perezoso, aprovechó su estado de empingamiento crónico y le ancló el plug de carne, mientras le decía:
"Tomá cuervo puto. Esto te pasa por no querer darme queso, ahora te vas a bancar medio kilo de nerca por forro. Te gusta, puto? Que bueno que te estés divirtiendo, entonces!"

Así, en el bosque, la naturaleza se hizo presente pues al cuervo le quedó el culo hecho una flor.

Moraleja:
Si te la van a poner
(me refiero a la sin hueso)
fijate bien que se la laven
pues sinó le cae el queso.

Hasta el próximo cuentito, chicos!

Hola chicos!

Bienvenidos a este lugar donde encontrarán los más mejores cuentitos e historias de vida para irse a la camita y no romperle las pelotas a mamá y papá.


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